En una puesta tan potente como original Marcos Perearnau se interroga acerca del lugar compartido de la representación entre teatro y política. Demostraciones y sugerencias acerca de cómo se construye la apariencia en el discurso.
por Julia Laurent
“Podria decirse que el arte teatral es la más humana y más general de las artes,
es la que se practica con mayor frecuencia, porque no solo se practica en escena,
sino en la vida real”
Bertolt Brecht – Escritos sobre teatro
Menem Actor ¿El actor político o el político actor? Representar una verdad que resuene en cada espectador como un gran sentido, que construya una imagen favorita de lo posible.
El político actor, ese que pone en escena, representa y comunica ante multitudes discursos cargados de convenciones que apenas se cuestionan.
Su director confirma que “Menem Actor es un intento teatral de acercarnos a la representación de algo que nuestro presente está aún comenzando a descifrar: la década de los noventa. Si bien dar cuenta del pasado reciente es una función que el teatro actual parece haber resignado, fue en otras épocas una actividad que la comunidad exigía de su teatro. En la época isabelina, por ejemplo, cualquier inglés advertía que en Hamlet, Shakespeare estaba intentando dar cuenta de las inexplicables maniobras de la reina y Jacobo. En este sentido, es que el teatro se nos presenta como un lugar privilegiado, para pensar lo que pasó en una década cargada de teatralidad y actuación”
La propuesta exhibe con franqueza y actualidad el fantoche que el pueblo argentino supo adorar, el fin de fiesta, la tragedia evitable que significó el menemato.
Y lo más interesante es haber abordado el desafió de la distancia histórica sin solemnidad y atajos.
Animarse a la controversial figura de un ex presidente argentino vivo, es poder mostrarlo como fetiche, separarlo de su carga semántica y exhibirlo en la epifanía del teatro.
Implica poder compartir una necesaria reflexión histórica que sucumbe al espectador por su cercanía temporal y por revelar a gritos haber sido cómplices y caprichosos de aquella tragedia evitable.
Una historia conocida, un relato que aún pervive en sus secuaces. Una mayoría interpelada que hubiera deseado no tener que ver esta obra nunca.
¿Como los trata la convertibilidad? Una y otra vez, Menem el fantoche inquiere al público, todo sucede en un registro que revela una decidida estética trash y asume la frivolidad con cotillón a todo trapo.
Es sumamente interesante la propuesta de Marcos Perearnau en su diálogo permanente con la función del teatro. Sintetiza preguntas históricas acerca del supuesto rol que cumple el teatro en la sociedad. El legado de la ficción, las tradiciones, la vanagloriada identificación con la palabra, el teatro político, el humor y la distancia Brechtiana.
El registro de las actuaciones es irreverente y parece apostar a una impronta de lo que supo ser el Parakultural en la década de los 80’.
Julio Suárez quien asume con cinismo el rol de Menem Actor, posee larga trayectoria en el teatro off porteño supiendo ser un testigo más del prólogo al menemato. Es quien tensa a la perfección las reglas del juego cíclico de mostrar, representar y presentarse, ratificando la ideología perversa del personaje Menem real.
El hechizo sucumbió y se nos arroja fuerte en la cara otorgando a los espectadores la voluntad de reescribir una y otra vez el final de una tragedia. Pero donde al mismo tiempo se deconstruye la convención certera y peligrosa de la trama que nos abandona a la merced del beneficio de la duda y la memoria.
Ficha Artística/Técnica:
Dramaturgia y dirección: Marcos Perearnau
Actúan: Melanya Badalyan, Pablo Diaz, Julia Funari, Julio Suárez
Iluminación: Fernanda Balcells
Escenografía: Érika Brandauer
Fotografía: Carolina Molinari
Asistencia de dirección: Melina Benitez
Funciones: Domingos a las 21:15
Duración: 80'
Entradas: $ 50,- y $ 35,-
Ofelia Casa Teatro
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Tel.: 4831-4037
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