El texto dramático de Harold Pinter, en la puesta de Agustín Alezzo, se moldea al ritmo de un tiempo pasado que con virulencia fuerza por ser reconocido.
por Julia Laurent
El teatro de Harold Pinter se caracteriza por plantear situaciones aparentemente naturalistas, que evidencian enseguida su fragilidad en diálogos cargados de potencial violencia.
Harold Pinter además posee la habilidad de crear suspenso mediante una serie de conflictos breves y arraigados exclusivamente en la palabra. “El dialogo de Pinter fascina por su misma monotonía y reiteración, precisamente porque el público lo reconoce: ya ha oído antes este tipo de conversación” afirma George Wellwarth en su libro "Teatro de protesta y paradoja".
Una pareja espera la visita de una vieja amiga. Entre los tres hay secretos y ocultamientos que tensan la relación dentro del encierro en el que se encuentran.
Situaciones borrascosas del pasado y un presente escéptico que apenas da batalla, son los bastiones de Pinter que elije desarrollar Alezzo.
Dice el director “son características del teatro de Pinter las situaciones planteada con un lenguaje cotidiano y la omisión deliberada de explicaciones a motivos de la acción, que se presentan de manera trivial y se van convirtiendo en amenazadoras, misteriosas y ocultas”.
En Viejos Tiempos la palabra cobra un rol protagónico, la acción avanza solamente por lo que ella significa y nombra. En su poder evocador de mundo. La palabra como única herramienta posible para un regreso al pasado lejano de lo que pudo haber sido.
El verbo no se hace carne nunca, y el desafío de sostener un diálogo derrumbado y cotidiano se sostiene en las actuaciones contundentes de Javier Pedersoli, Graciela Gramajo y Andrea Lambertini que apenas se desplazan por la escena, planteando con exactitud un bosquejo de lo esperable.
Situaciones estáticas conducen a los tres personajes a una letanía extrema, alojada en adorables cosas del pasado. En esas cosas que apenas se pueden nombrar porque el tiempo ya lo desdibujo todo. Esas cosas que una y otra vez se nombran sin decirse.
Pero en Viejos Tiempos tampoco se dice si aquel tiempo pasado fue mejor, no hay lugar para la melancolía ni la añoranza, aquí se trata de una emoción deshabitada, donde el afán por mantener la forma apenas permite reírse entre copas y gestos vacíos.
La tarea de reconstruir el pasado a través de relatos y memorias herrumbradas plantea un juego de espejos y falsos flashback que se representan con el atino de un director con enorme trayectoria y rotunda decisión estética.
En esta obra, Agustín Alezzo parece elegir experimentar el rol del observador que, abatido por las certezas, se dispone a mirar una y otra vez con extrañeza una situación cotidiana fundada en la fijación de la apariencia. Y es este punto de vista que su director comparte con el público que reconocido en él lo agradece.
Ficha Artística/Técnica:
Autor: Harold Pinter
Traductor: Rafael Spregelburd
Actúan: Graciela Gramajo, Andrea Lambertini y Javier Pedersoli
Escenografía: Graciela Galán
Asistente de escenografía: Mariela Solari
Realización escenográfica: Gustavo Correa
Iluminación: Félix “Chango” Monti
Diseño sonoro: Juan Pablo Colombo
Diseño Grafico: Agustín Ceretti
Fotografía: Emilio Gutierrez y Evelina Constantini
Prensa: Marina Céspedes
Producción Ejecutiva: Agustina Palermo
Asistente de dirección: Federico Tombetti
Dirección: Agustín Alezzo
Duración: 1 hora 10 minutos
Funciones: domingos a las 18:00
Camarín de las Musas
Mario Bravo 960, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Reservas: 48620655
www.elcamarindelasmusas.com
Valor de la entrada: $60
Más información sobre el autor, el director y los actores puede consultarse en: Viejos Tiempos