GREEK, a la griega o los hijos de la Tyché



Excelentes actuaciones de un texto potente y una dirección impecable hacen de esta puesta un lujo escénico. Los sàbados y domingos en el Centro Cultural de la Cooperación.

 

Por Teresa Gatto

"Ya me importa un bledo/ a decir verdad ya estaba medio podrida
de andar asustando a todo el mundo y ser una esfinge/
OK, cortála, nomás, y acabemos con esto"

S. Berkoff

Edipo Rey de Sófocles ha sido pródigo en brindar sus núcleos narrativos (cuyo mitema lo precede en la tradición oral griega) y aparecer en diversas puestas teatrales como central o aleatorio pero, siempre aludiendo a interpretaciones que debidas a la fragmentación del texto hallado, originaban una suerte de verdad de elucidación en la que el destino era imposible de sortear. La diferencia entre destino como algo determinado y opuesto a libertad genera un malentendido toda vez que la palabra Tyché significa fortuna o suerte y en Edipo, aparece varias veces “Yo, que me tengo a mí mismo por hijo de la Tyché, la que da con generosidad, no seré deshonrado..."  exclama Edipo al saberse heredero del trono de Pólibo a quién hasta ese momento cree su padre biológico.

El destino como una determinación inalienable no es lo que está en juego en la obra de Sófocles y mucho menos en GRΣΣK, la obra de Steven Berkoff, que es una traducción de Rafael Spregelburd y cuya dramaturgia pertenece a Ingrid Pelicori y Analía Fedra García. Justamente es la fortuna o lo dado, lo que nos ha tocado, visión más cercana en términos de un horizonte de expectativas que nos atraviesa es, aquí, vital. Y cómo éste repercute en los personajes  de la obra que están permeados por una situación histórico social, anclada en la convulsa Inglaterra de los años 80’ donde la inestabilidad laboral, la violencia en todas sus manifestaciones, paradigma de la peste tebana, los arrolla hasta convertirlos en trágicos actores sociales y ficcionales de un drama que no pierde vigencia.

La obra que tiene a un sólido Martín Urbaneja en el personaje de Eddy, repone desde su papel de narrador testigo por momentos y de personaje inmerso en su propia tragedia lo que el prólogo nos hacía conocer desde el texto o en las representaciones que llevan a cabo desde hace casi veinticinco siglos y el coro es respuesto en las voces que susurran a través del resto de los personajes. Urbaneja no declina nunca la potencia de su labor y sostiene desde el inicio hasta el fin a ese antihéroe trágico. Pero deconstruye esa antigua visión de la tragedia griega al punto de evidenciar esa suerte que le ha tocado y produce, al mismo tiempo, un acercamiento notable en el tiempo porque la podredumbre en la que viven los habitantes de Tufnell Park, es un asfixiante y nauseabundo espacio/temporal en la que sus oriundos sobreviven penosamente como zombies entre la atroz violencia de los barras bravas de fútbol, la inestabilidad laboral, recuperada a veces como una ficción poco duradera y el presente intolerable como única opción ya que el futuro es una incógnita que nadie se atreve a vislumbrar.

Una familia tipo, con un padre que reivindica a Hitler, una madre sumisa, una hija superflua, se debate entre la inercia del progenitor, en la piel de un brillante  Horacio Roca, la madre, Ingrid Pelicori, capaz de todos los matices de torsiones corporales y la aparente futilidad de la hermana de Eddy, a cargo de un buen trabajo de Roxana Berco. Todos hablando el mismo idioma pero en una Babel occidental en la que las respuestas jamás se corresponden con las preguntas.

Los sucesos de la tragedia de Sófocles son vastamente conocidos. Pero la puesta de Analía Fedra García logra que cada integrante del elenco pueda llevar adelante una doble función escénica que como espejo, refleja que esa Tyché, es la que puede tocarnos a todos. De este modo, Urbaneja será Eddy y también será narrador, Horacio Roca será su padre y un cantinero, Ingrid Pelicori será su madre y la Esfinge y Roxana Berco será su hermana y su esposa/madre biológica.

Esta duplicación que parece obedecer a una economía escénica, refuerza la idea de que podemos cambiar el destino pero no esa Tyché que nos toca, esa suerte o adversidad de vivir en el Londres de Margaret Thatcher que ha sido un sube y baja durante su poder. La revelación de la verdad origina casi los mismos estragos que en la versión sofocleana pero refuerza la idea de que muchas veces somos títeres en medio de condiciones sociales que fuera de nuestro alcance, nos colocan lejos de toda posibilidad de accionar contra la realidad.

El dispositivo escénico es de un minimalismo que se agradece, la escenografía de Pía Drugueri, sólo consta de una mesa y unas  sillas que son el signo familia y que se desarman de manera continua a efectos de coadyuvar a las acciones y a la vez de operar como un significante que se traslada de escena en escena para re-presentar este hogar que se destruye porque nada escapa a la terrible vida de ese suburbio. El diseño lumínico de Marco Pastorino no manipula las emociones del receptor sino que alumbra de modo adecuado aquello que en la obra es verbo puro. El vestuario es el común de la época para los hombres y hay un rasgo griego en los vestidos/túnicas (Pía Drugueri) que llevan las actrices. Todo está jugado en el texto y en la potente emanación del mismo que sostienen todos los actores.

Con respecto al lenguaje, éste no apela a purismos sino que como la más feroz catarata se impone desde las voces de Urbaneja y el resto del elenco para hacer cosas con las palabras. El texto expone y repone un lugar posible, inventado, pero potencial y así Eddy lo presenta: “Así es que fui desovado en Tufnell Park, que no está a más de una pedrada del Ángel/ a un pedo de mono de Tottenham o a un escupitajo de Stamford Hill/ es un basurero, la verdad… un pozo de semen, generoso en putas que apuntalan los bares de las esquinas…”  y Eddy/Urbaneja sustenta durante toda la puesta esa vehemencia y ferocidad hasta que cree alcanzar la felicidad lejos de Tufnell Park, sin saber que las profecías que su padre recibió en una kermese se cumplirán no porque el destino esté determinado sino porque la peste es anterior, la peste es lo que le ha tocado como época, es su Tyché, y la violencia que ella representa hará que se cumpla esa profecía.

Y en su huída de Londres encontrará una nueva (?) vida en la que no faltará más violencia, las renovadas menciones a la xenofobia propia de los ingleses hacia los pakistaníes o los Irlandeses o cualquiera que sea considerado  un ”otro” y también tropezará, en un encuentro antológico, con la esfinge en un trabajo soberbio de Ingrid Pelicori, que en su segundo rol no desperdicia ni un segundo del ser de su personaje y con esa maravillosa voz que posee todas las inflexiones posibles, será una esfinge moderna que lanzará, sí, su misterioso enigma pero que a la vez puede situarse y situarnos en esta nueva Tebas, en ese país poderoso cuyos hijos son los hijos de la intimidación hacia el resto por ello ella puede arrojarle al rostro: “Fabricas armas para que te den la fuerza de la que careces/ esclavizas azotas pegas y tiranizas, empleas fusiles, cadenas, bombas, aviones, napalm, estás tan solo y eres tan patético, el amor que de ti venga significa esclavitud, dar significa sacar, amar equivale a coger, ayudar es explotar…”

Pero si Edipo buscaba saber y la presencia de Apolo “el dios délfico del "Conócete a ti mismo", lo llevó a su caída en la hybris*, la desmesura, en la búsqueda de la verdad, en la obra que dirige magistralmente Analía Fedra García los relatos tremendos de la esposa/madre de Eddy y de sus padres desencadenan el conocimiento por parte del desdichado, de esa verdad, de su Tyché, de lo que le tocó en suerte. Sí, fue encontrado en el agua, sí, fue recogido por una pareja, sí, fue criado en la mentira, pero jamás buscó ese destino, como su madre no buscó perderlo jamás. Otras necesidades y otras coyunturas y no porque hayan pasado veinte siglos son las que nos ponen frente una tragedia clásica desde el mito que la origina pero postmoderna en términos de la fragmentación del sujeto que no logra juntar, que no logrará jamás juntar los pedazos de su desintegración…

GRΣΣK, redimensiona la tragedia griega y la vuelve absolutamente moderna y hasta hilarante, mortifica al límite la noción de catarsis aristotélica y se constituye como una puesta insoslayable en el panorama teatral de hoy para el público y para sus pares.

 

*Tributo a las lecturas de los ensayos de Leo Pinkler, quien a través del tiempo, iluminó mi merodeo sobre Sófocles y la cuestión griega.

  

Ficha Artístico/Técnica:

AutoríaSteven Berkoff
TraducciónRafael Spregelburd
ActúanRoxana BercoIngrid PelicoriHoracio RocaMartín Urbaneja
VestuarioPia Drugueri
Dramaturgia: Analía Fedra García- Ingrid Pelicori
EscenografíaPia Drugueri
Diseño de lucesMarco Pastorino
Diseño sonoroMiguel Angel Pesce
Entrenamiento corporalFlorencia Rapan
Asistencia de direcciónMarcio Barceló
PrensaWalter DucheAlejandro Zarate
DirecciónAnalía Fedra García

Funciones: Sábados y Domingos a las 20:15

Centro Cultural de la Cooperación
Av. Corrientes 1543 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 5077-8077
http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 70,-

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.