por Teresa Gatto
"Por definición no podemos ver ni percibir lo que ya se terminó.
Para ser objeto de estudio, el pasado debe necesariamente construirse."
Hayden White
Un hombre se lleva un arma hacia el cuerpo en franca actitud suicida, es Lisandro de la Torre. Corre 1939, está solo en un escritorio tenuemente iluminado y desde la penumbra del fondo del escenario surge, fantasmal, un recuerdo, una memoria o el constructo necesario para evitar el hecho y dar así, rienda suelta a una dialéctica en la que Historia y vida se entrecruzan y revisan.
El hombre que emergió desde la opacidad del fondo es Leandro N. Alem, que carga sobre sí una herencia de sangre. Su padre, Leandro Antonio Alen que perteneció a la mazorca en tiempos de Rosas, fue ahorcado y dejó sobre él y su familia un reguero de sinsabores, vergüenzas y hasta el cambio de la última letra de su apellido.
La historia política en la Argentina se escribe con sangre, la letra es roja y aunque juntos hayan fundado la Unión Cívica radical, nuevos caminos se abrieron para Lisandro luego de la Revolución del Parque, ciertas derrotas, algunas decepciones y el suicidio de Leandro en 1896, distanciaron a ambos hombres.
El texto de O’Donnel trabaja muy bien las dicotomías, los acercamientos, los reproches que se sustentan en la ideología y la ética que la política debería reclamar siempre para sí. De modo que la puesta en escena pide a gritos esos contrastes a veces más ostensibles, otras no tan necesarios que surgen en escena y que ambos actores llevan adelante con sus sellos particulares.
Juan Vitali en el rol de Leandro, tiene un gesto de hombre que no abandonó el Siglo XIX y esto que parece una obviedad por la fecha de su muerte es importante a la hora de contrastar los registros de la oralidad ya que Edgardo Moreira en el rol de Lisandro, sin resignar jamás esa retórica pulcra devenida de su formación, es un sujeto del XX.
Si es cierto, como manifiesta Eric Hosbwaum que el siglo XIX es el más largo de la Historia y que acaba con la Primera Guerra Mundial, el hombre que en enero de 1939 va a intentar suicidarse en este encuentro ficcionalizado, ya es un hombre del XX, que ha internalizado un nuevo discurso, un modo de andar sin tanto ceremonial y la impotencia como quien internaliza una idea.
Ambos roles tienen sus rasgos destacables pero lo que brilla en escena es la pasión de Moreira que pierde lentamente la compostura, con gran organicidad, mostrando que la vida puede no valer nada cuando la Argentina no es un lugar para buenas intenciones. Los pervertidos, impotentes y corruptos producen en él un asco que logra un grado muy bueno de representación y verosimilitud. El bronce, la estatua de la que parece haber bajado desde otro segmento temporal Vitali también ayuda a esa verdad horrenda, cambiaron algunas fachadas pero en el fondo, todo está igual, tal vez por eso, él esté tan compuesto aún al borde de la cornisa.
El minimalismo del diseño escenográfico y el manejo de la luz, nos dejan a solas con las palabras. Palabras de otro tiempo que, con otros matices se siguen escuchando en debates o en pauperizadas sesiones del Congreso donde pareciera que lo importante es escucharse y no ser escuchado. En cambio aquí, la distancia permite escucharlo todo y volverlo sentido.
Gerardo la Regina hace de esta puesta un juego de contrapuntos de la más fina oratoria que nos dejan pensando en Leandro y Lisandro, en lo que pudimos haber sido y no fuimos y en que si estamos atentos, podemos descubrir que la representación de este encuentro es casi una puesta en abismo del que se ve a diario cuando uno intenta comprender qué es el poder, para qué se usa y qué ocurre cuando se pierde.
Político, Histórico, no importa la denominación de este teatro, cuenta nada más como las chispas del pasado relumbran en un presente en el que más vale una buena representación que la realidad a la que nos someten los conspiradores de ayer, hoy y mañana haciéndonos creer que velan por nuestro porvenir.
Ficha Artístico/Técnica:
Leandro y Lisandro
Autor: Pacho O´ Donnel
Actúan: Juan Vitali y Edgardo Moreira
Iluminación: Ariel Bonomi
Música original y arreglos: Bernardo Fingas
Fotografía: Nicolás García Rebón
Maquillaje y caracterización: Daniel Durso y Analía Arcas
Asistente de dirección: Ismael Castro
Dirección general: Gerardo La Regina
Duración: 70 min.
Funciones: Viernes a las 21:00
Teatro Payró: San Martín 766, Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4312-5922
Entrada $60,-