Del otro lado

 



La obra escrita por Serena Shuberoff y dirigida por Facundo Rubiño apela al gore para narrar una historia posible de descuartizamiento simbólico y literal.

 Por Teresa Gatto

La sangre joven no obedece un viejo mandato
W. Shakespeare

Una familia disfuncional no es una novedad. Que una parte de ella busque desesperadamente heredar o quedarse con todo tampoco reviste ningún descubrimiento. Que se sume a ellos, el hermano menor con severos trastornos de personalidad, sólo acumula desgracias y desazones sobre la historia. Entonces ¿qué tiene de nuevo Del otro lado?

Se ha hablado mucho sobre el Gore que, nacido a medida para ciertas producciones cinematográficas, constituye básicamente y en criollo, un humor que hiere la sensibilidad. Mucha sangre, mutilaciones y algo de freak en algún personaje o en varios. Entonces y aunque ya estemos acostumbrados, en la obra de Shuberoff  dirigida por Facundo Rubiño hay gore y también mezcla de géneros. Pero lo que resplandece desde el inicio es el splatter. En suma, habrá sangre por todos lados. Como una metáfora del descuartizamiento familiar, de los destrozos que en las vidas y en las mentes se produce cuando algo desde el origen no funcionó o se torció.

El registro de actuación de todos los actores se encuentra siempre rayano en la desmesura, los secretos dejan de serlo porque los gritos y a veces ladridos del psychokiller hermano menor, nos colocan desde el arranque en una órbita desconcertante y esquizoide que invita a la sospecha. No es un menos ya que parece formar parte de una construcción del artificio que apela todo el tiempo al desmán tanto lingüístico como de las acciones para adecuar el curso de la diégesis hacia un final sino previsible, al menos sospechado.

Hay citas veladas que parecieran querer rendir cierto tributo al rey del suspenso y que utiliza Alfred Hitchcock y a sus mecanismos de retardamiento de la develación que se desanudará hacia el cierre de la puesta.

Hay aciertos en la escenografía de Tadeo Jones que realiza siempre muy buenos trabajos  y entre ellas reside la funcionalidad  de lo que se encuentra “del otro lado” y de los planos, cuasi cinematográficos en los que se monta el misterio y los traumas. Tal vez se podría objetar  que el  vestuario apela a un estilo Camp que es bueno pero por la elección de su paleta de color no permite un buen contraste con el espacio escénico, opacándolos.

La acumulación de mecanismos que refuerzan el trauma que como cicatrices se imprimen en la piel de cada de uno de ellos permite que la tragedia de estos seres promueva risa e hilaridad en el público, es casi como el humor de Tarantino en Pulp Fiction, sin él, lo representado sería intolerable. Y no porque uno se vaya a morir de angustia allí mismo, sino porque los que se mueren en vida son ellos, los personajes. Imponen un desgaste tan enorme a sus roles que la vivacidad con la que se agreden es agonía encubierta.

La obra deja a la intemperie  el artificio desde el comienzo hasta el final. El texto espectacular se engrosa en la acción y el armado de los sucesos que desandan los porqué de esa carnicería humana. Y la gente ríe, como si semejante tragedia fuera imposible. 


Ficha Artístico/Técnica

Dramaturgia: Serena Shuberoff
Intérpretes: Luciana Larocca, Cynthia Manzi, Emmanuel Miranda, Agustín Sampietro Sullivan, Serena Shuberoff
Vestuario: Valeria Gloetzer
Escenografía: Tadeo Jones
Operación de luces: Damian Giangrasso
Fotografía: Nacho Lunadei
Diseño gráfico: Nicolás Sarmiento
Producción ejecutiva: Fernando Kauffman, Serena Shuberoff
Dirección: Facundo Rubiño

Funciones: Jueves 22:15 hasta el 8 de setiembre de 2011

Teatro La Mueca: AV. Córdoba 5300 Ciudad de Buenos Aires
www.lamueca.com.ar


Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.