Yocasta

 

La obra versionada y dirigida por Héctor Levy-Daniel aporta la mirada femenina a la clásica tragedia griega.

por Teresa Gatto

“Nada de lo humano es partícipe del arte adivinatorio”

Sófocles

La cronología más admitida sitúa a Edipo Rey en el año 429 AC, momento en que una gran peste asoló a Atenas y en la que en el prólogo de la obra se alude a modo de introducción, cuando un coro de suplicantes pide que ya cese el caos y la esterilidad absoluta que caen sobre Tebas, el reino del héroe trágico por antonomasia.

Pero entre mito y versión hay diferencias y mientras el mito es el núcleo generador del relato básico, las versiones alcanzan dimensiones y hermenéuticas diversas.

La versión de Héctor Levy-Daniel respeta la historia punto por punto pero articula en la voz de Yocasta -en un muy buen trabajo de Jessica Schultz- su propia voz y la del coro y de este modo la convierte en protagonista, narradora y partícipe de los muchos triángulos de saberes y ocultamientos que se producen a lo largo de la obra. Por otro lado, otorgándole la voz de los sucesos a modo de una narradora testigo, le otorga una reivindicación de género que no hubiera sido posible antes.

Yocasta en su advertencia: “Nada de lo humano es partícipe del arte adivinatorio” tratando de disuadir a su hijo/esposo de que cese en la búsqueda de una verdad que los oráculos esquivos a fáciles interpretaciones inducen, no hace sino despertar aún más el ansia desesperada de conocer quién es el verdadero criminal que hay que expulsar de la ciudad, ya que es su presencia quien anega los campos de sangre anulando toda posibilidad de cese de la peste y de que la tierra no produce y los animales no darán crías hasta que la vileza no se aparte de la ciudad. Así Yocasta asumirá también, el rol de acercar un texto complejo y hacerlo mucho más ágil.

Layo, el padre de Edipo será mencionado porque es el origen al menos de esta tragedia que se pone en escena, pero acarrea en su estirpe un destino funesto que lo precede desde su padre. Proveniente de la casa de los Labdàcidas, hijo de Lábdaco y padre de Edipo. Los tres arrastran en sus nombres, como ha señalado Claude-Lévi-Strauss, una dificultad para andar, una deformidad del pié.

El nombre de Lábdaco se asocia a la cojera, el de Layo significa “zurdo y torcido” y el de Edipo “el de los pies hinchados”.  Esta analogía se vuelve de gran interés si observamos que el gran triunfo de Edipo es resolver el enigma de la esfinge, absolutamente asociada a los modos de andar, de usar los pies. *

¿Sobre qué suelo está pisando el de los pies hinchados? ¿Cuánto de firme ha sido la tierra que debajo de sus sandalias gobernó como un héroe que ahora busca una verdad?

La historia no varía pero el dispositivo escénico colabora para exhibir de modo pertinaz y permanente diversos triángulos cuyo vértice principal será la fuente en la que Edipo se enjuaga las manos y con ellas la muerte de su padre, sin saberlo. De modo que su discusión con su cuñado Creonte, en una excelente interpretación de Carlos Kaspar que anticipa, indicial, su madera de Rey, sobre la traición alcanza un momento de gran dramatismo. Del mismo modo su tironeo con el ciego Tiresias, a cargo de Abian Vainstein que cumplirá el doble rol de ciego adivino y pastor conmovido por la suerte de aquel hijo rechazado con los pies atados que le fue dado para ser arrojado a las bestias del Monte Citerón. Vainstein, en un gran trabajo actoral, logra pasar del intrigante adivino al temeroso pastor conocedor de una verdad, que pidió irse del reino porque si algo tiene la tragedia de Sófocles, es la  dilación de la verdad sabida como suspense que en un acto de develación que retarda hasta el final, construye lo trágico de modo perfecto.

Juan Carrasco cumple muy bien su rol de mensajero que trae las buenas y malas noticias que desencadenarán en un muy buen balance el alivio y la zozobra.

Pablo Razuk, logra momentos de una gran organicidad, construyendo un Edipo que se deconstruye con la llegada inminente de la verdad y depone su soberbia para dar paso a un desamparo que le acompañó siempre, aún en la gloria. Huir no sirve. Atender a los oráculos tampoco. La verdad y el conocimiento, temas centrales de esta tragedia, se filtran e imperan dando como resultado al héroe trágico.

La escenografía de absoluta austeridad cuenta con una fuente central que permite un balance continuo del triángulo que se repite en los personajes y sus diálogos, porque si de algo además de la verdad se trata esta historia, es de un ser que víctima doble del oráculo de Delfos, en su origen y a su mayoría de edad, queda entre dos fuegos siempre: su padre y su madre, la gloria y la derrota, la verdad y la mentira, la luz y la ceguera.

La música de Sergio Vainikoff construye como ya es su hábito, climas que asedian el drama en todas sus aristas sin ser una manipulación al espectador, acompañando con sutileza y partitura armónica, cada segmento de la puesta.

Edipo le ha dejado paso a Yocasta para que una mujer, narre la desventura y diga por primera vez, quizás, cuánto le rogó al rey, su marido, que la dejara conservar el fruto de su entraña. Lo adivinatorio podría haberse obliterado si tan sólo el sentimiento femenino y maternal hubiera fluido libre negándonos esta tragedia y todos los volúmenes que las diversas disciplinas especularon sobre él. Yocasta dice su verdad y es casi un alivio presenciarla tomando ese rostro épico pero humano que tienen casi todas las mujeres.
 

 

Ficha Artística/Técnica:

Sobre textos de: Sófocles

Libro y dirección: Héctor Levy-Daniel
Elenco: Jessica Schultz, Pablo Razuk, Carlos Kaspar, Abián Vainstein y Juan Carrasco
Escenografía y vestuario: Cecilia Zuvialde
Diseño de iluminación: Ricardo Sica
Música original: Sergio Vainikoff
Asistente de dirección: Florencia Méngoli

Funciones: todos los viernes a las 21:00
Teatro Anfitrión
Venezuela 3340, Ciudad de Buenos Aires
Reservas: Tel. 011-4931 2124
Localidades $ 50 (descuento estudiantes y jubilados) 
 


* Pinkler, Leandro: Edipo Rey, Sófocles, traducción, introducción y notas. Biblos Editorial, Bs. As. 2006.

MAS CENIZA, escrita por Juan Mayorga y dirigida por Adrián Cardozo, por Teresa Gatto