Historias para ser contadas

 

Tres historias de Osvaldo Dragún que alcanzan momentos de gran humor y también de dramatismo con buenas actuaciones. Con dirección de Natalia Wursten todos los miércoles en Liberarte.

por Teresa Gatto

"En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar,
ciudad de locos corazones" 

F. Paez

Osvaldo Dragún  (1929-1970), autor de Historias para ser contadas y el teatro con compromiso social son indisolubles. Baste recordar hechos como el de organizar Teatro Independiente desde Fray Mocho o haber sido parte activa de Teatro Abierto  en franca reacción a la dictadura más nefasta que asoló estos lares.

Tal vez por ello y porque hay paradigmas que cuesta mucho cambiar porque todavía quedan muchas batallas culturales que ganar es que la obra dirigida por Natalia Wursten tiene una vigencia inusitada.

Tres historias son las que  se representan en Liberarte los miércoles a las 20.00, la de un flemón, una mujer y dos hombres; la del hombre que se convirtió en perro y la historia de cómo Panchito González se sintió responsable de la epidemia de peste Bubónica en África del Sur.

En cada una de ellas aparece la novedad en torno de la puesta en escena y no sólo por el minimalismo extremo de trastos y escenografía en el que juegan sus roles los actores en el espacio escénico, ni tampoco por el soporte audiovisual en el que se funden muy bien los anonimatos de la primera de las historias. Sino además porque hay  una permanente ruptura de la cuarta pared que no está al servicio solamente de hacer una puesta en escena novedosa, sino de demostrar cierto compromiso con lo narrado. Por ello, al final de cada una las historias, los actores y la directora que también actúa, rompen las convenciones y se presentan como lo que son: ciudadanos que encuentran en el teatro un modo de expresar cierto asombro o su pérdida frente a lo que jamás debería dejar de  provocar dolor y el más profundo rechazo.

En la primera de las historias, un vendedor callejero padece un flemón y su condición de desamparo hace que no logre resolver su padecimiento. Las escenas bien jugadas, con el público como parte de la historia, tienen de fondo a una Ciudad de Buenos Aires ausente, prescindente, indolente, tal vez como coletazo de tiempos que es mejor no recordar y hoy amenazan con azuzar aún más a los de abajo. Así el hombrecito se pierde entre las imágenes que proyectan la esquina de Carlos Pellegrini y Corrientes sin que nadie advierta al “otro”, que no es nada más ni nada menos que un semejante. Wustern hace jugar muy bien a Matías Tissoco, a Nadia Tycholis  y a Darío Mira para que la tragedia se convierta en un grotesco y haya risas, nerviosas risas de un público que no puede no reconocerse en la indiferencia. Cuando la historia se cierre, Tissoco, el sujeto, no el personaje, contará cómo se la han ido borrando las individualidades sumergido en una gran ciudad que ha decidido invisibilizarlo todo. Así somos o así podemos ser si nos dejamos ganar por los discursos y promesas de los que velan hasta lo más flagrante como la falta de gas en un hospital.

La segunda historia tiene dos aristas, por un lado la comicidad con la que Darío Mira, juega su rol de hombre que debe hacer de perro ante la falta de trabajo y por otro, el contenido social ¿hasta dónde seríamos capaces de llegar para obtener un salario, siendo que el trabajo es lo único que dignifica al sujeto?. Pero también, cierto trabajo aliena de modo tal que él mismo pierde su condición hasta ser eso que su patrón demanda para no volver a reconocerse como una subjetividad humana.

En la tercera historia, un hombre necesita conservar su empleo a como dé lugar, hay que exportar carne a una potencia y no conseguir esa carne significa perder el trabajo. Si no hay cerdo, ni vacas, ni ovejas ni corderos ni perros, habrá que exportar ratas y así es como se desencadena la epidemia de peste bubónica en el sur del África. ¿Responsabilidad? ¿Culpa? Difícil es pensarlo en estos términos cuando una transnacional coacciona a un hombre en un país donde el trabajo escasea y cuando desde muchos discursos de poder, los africanos, los de color, deberían ser esclavos siempre. Como los bolivianos, paraguayos y tantos migrantes que llegan a estas tierras a hacer los trabajos que nosotros no haríamos por ningún precio.

En las tres historias las mujeres juegan muy bien su rol. En el caso del flemón, una mujer cocina y cocina pero también asumiendo su lugar de mujer doméstica que espera al hombre proveedor ya que es ella quien maneja la casa, muestra una cara más de cómo se armó una sociedad que hoy por suerte ya ha salido de su letargo y por otro cómo la salud es un negocio fenomenal y sin salud pública las víctimas pueden ser muchas más.

En el caso del hombre que se convirtió en perro ocurre casi lo mismo pues cierta noción patriarcal hace que la esposa del hombre no logre disuadirlo de que entre “hacer de perro” y convertirse en un animal, el paso es muy corto.

Con la peste se escenifica cómo la ética, que es individual, asume atajos notables para convalidar lo imposible.

Wursten rompiendo las convenciones, explica por qué Dragún y qué es para ella la tarea de un artista: un vehículo de cultura y de conciencia. Un medio para mostrar lo que muchas veces ex profeso no se muestra. Y lo logra, lo logran todos ampliamente porque Nadia Tycholis juega sus personajes de un modo orgánico y tiene sólo segundos para cambiar el registro del personaje que sigue.

Historias para ser contadas en una muy buena opción en torno del humor, del teatro como objeto intelectual punzante que arroja al rostro del espectador verdades que, dramatizadas duelen menos, pero lo dejan pensando y es una buena opción porque el esfuerzo del Of lo es siempre. El teatro independiente es la muestra más cabal de lo que, unidos y mancomunados, logran los grupos que deciden trabajar en pos de un objetivo común y saludable: la purificación o catarsis que tal vez se dé a la salida pero que preñando el inconsciente hace su trabajo silencioso siempre.

 

Ficha Artístico/Técnica

Autor: Osvaldo Dragún
Intérpretes: Darío Mira, Matías Tisocco, Nadia Tycholis, Natalia Wursten
Vestuario: Verónica Durán
Escenografía: Verónica Manzanares
Diseño de luces: Natalia Sotelo, Natalia Wursten
Audiovisuales: Nahuel Libonatti
Utilero: Verónica Durán
Diseño gráfico: Carla Capaccioni, Juan Manuel Gorjón
Asistencia de dirección: Salvador Haidar
Producción ejecutiva: Fernando Alegre, Alexis Wursten, Roberto Wursten
Coordinación general: Estela Gómez
Dirección: Natalia Wursten


Funciones: Los míércoles a las 20:00

Liberarte, Av. Corrientes 1555 Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4375-2341
http://www.liberarteteatro.com.ar
Localidades: $ 40,- y $ 35,-


Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.