Facundo Rubiño: reflexiones de un director

 



A propósito de su trabajo en la dirección de "Del otro lado" de Serena Shuberoff, que puede verse los jueves en el Teatro La Mueca, el actor, dramaturgo y director, especula sobre el proceso de puesta en escena y su después.

Sobre “Del otro lado” de Serena Shuberoff

por Facundo Rubiño *


Hace tiempo que vengo pensando y escribiendo lo que me viene a la cabeza a la hora de ver una obra, leer un material, actuarlo, o en este caso dirigirlo. Esta tarea que sin tener la estructura de una bitácora de viaje funciona como compendio del mismo, me viene bien como ejercicio. A veces, como ahora me decido a tirarlo al aire para que pueda ser leído. Claro que no será tan leído como el diario Olé del lunes pero vendrá a cuenta del deseo de comunicar, de completar la lectura del trabajo o intentarlo al menos y resultando lo que resulte con el mismo.

Cuando Serena Shuberoff me acercó el texto por primera vez, lo primero que me inquietó fue el universo que se desprendía del material. Ignoro si por habérselo ella propuesto o porque lo que se encontraba vivo en él mismo,  la trascendía por completo quizás, ambas… No siempre se goza del beneficio y  las complejidades de conocer al autor y menos aún, de trabajar con él como actor.  Pero en el  trazado de  los personajes de ese primer texto que me acercó, había algo parecido a una soledad tan repugnante como grotesca e impune. Los  parlamentos  brotaban de sus fauces en una náusea disfrazada de carcajada. Y girando en torno a esas caricaturas, que de tan tristes se hacían ridículas daba vueltas un ambiente opresivo, profundo y siniestro que se  los tragaba de lleno, y esos personajes no podían hacer nada para liberarse de eso, quedaban enterrados por debajo de ese espacio; en la mueca de un deseo no alcanzado a desear, descuartizados en un circulo vicioso donde aquello que los podría redimir, era justamente lo que nunca eligían. Y así  para siempre, siendo sus propias victimas y victimarios. Esa fue mi inquietud,  y  estaba ahí el problema. El que aún hoy, en etapas finales  seguimos trabajando.

Vaya uno a saber si eso sale a la luz o es onanismo y masturbación intelectual pero la sombra en la que fuimos diagramando el material tuvo durante todas sus facetas, esta herida pretendiendo una expresión posible. Y ahí en esa herida,  estaba mi interés por acercarme a ese material, la herida de ése universo en particular, era lo que yo encontraba que se aproximaba a mí, lo otro… Todo lo otro me resultaba ajeno, y no por que el texto me fuese extraño sino, todo lo contrario, me resultaba muy familiar en su estructura dramática. Creía adivinar en él algunos aspectos formales que en su dinámica general  lo emparentaban con otro tipo de dramaturgia quizás más ligada a los movimientos del teatro realista argentino de los 60- 70 atravesado a su vez por el grotesco criollo, algo que disfruto enormemente de leer y ver pero que a decir verdad  no late con intensidad en mi imaginario hoy. Quizás es un crimen, una cobardía, vanidad, o todas juntas,  pero no creí poder conciliarme con aquello que no podía aprehender.

Sentía y siento  que llevar a escena un material de otro es siempre trabajar sobre una escisión. Quizás es siempre así, sea o no, un material propio. Creo que  la pureza de la idea es siempre una quimera, una fantasía. Puedo pensar que no necesariamente la imposibilidad de la pureza se torne herida, pero entonces ¿Qué es cuando el absoluto se ve intervenido por otras miradas, otras vivencias, otras heridas que lo modifican, lo abren, lo distorsionan, lo extienden en sus significados, connotaciones, y ligaduras? Ya no es la primera idea. O por lo menos, no lo es absolutamente; ni la mía ni, la del  “otro” o “los otros”.  Si existiese ese absoluto (Si yo pudiese creer en él) Entonces, sólo quedarían imaginaciones ordenadas en donde el que dirige omnipotente y omnisciente debería traducir la idea primera del autor que imaginó primero más omnisciente y omnipotente aún en una especie de jerarquía creativa de índoles metafisíca.  A su vez, el actor, debería traducir las ordenes direccionalas de esas imágenes  dadas por esa dirección que ya no estaría direccionado sino, imponiendo. Entonces direccionar sería conducir (Y yo  nunca tengo la certezas del camino correcto) Pero si otros creyesen que hay un conductor  hacia una verdad absoluta que se debe traducir,  se podría intentar una decodificación en donde lo establecido se transforme en lenguaje común pero, a mi manera de ver, eso sería demagogia, y el resultado; un acuerdo tramposo me donde  todos nos sentimos medianamente conformes y medianamente frustrados.
La idea absoluta no fue alcanzada pero tampoco sucumbió la angustia de la incertidumbre y la nada que crea desde la herida.

Pienso entonces que, hay una conducción que establece la construcción de un lenguaje  común, no a través del acuerdo sino,  del deseo del mismo en la comunicación de ese todo comprendido de a mitades, herido e integrando estas escisiones en algo que trasciende a los involucrados, a las intenciones y a nuestros egos mismos.  Esto desde luego, pasa por debajo de la puesta, está más alllá de lo que el publico ve y verá. Pero creo que late en los espectáculos como también un actor pidiendo más marquesina, o más protagonismo… Sin ser parte del material lo involucra al mismo. Y aunque  a veces uno peque de comprensivo, sería ingenuo creer que eso no se hace presente en la obra. Un actor de segunda línea deseando jugar en primera es a veces, la historia de la humanidad. Y este deseo es en si herida pura porque no hay nada más canalla y humano que desear estar donde no se está y ser quien no, se es.

Y me refiero a esto porque de alguna manera no está separado de aquello en lo me encontraba y me encuentro pensando cuando decido aceptar la propuesta de dirigir un material de un autor cercano, muy cercano.

La herida, el despedazamiento, el corte, los pedazos buscando llegar a un todo que lo complete, trasciende el mero universo espectacular, es lo que vamos viviendo nos cueste lo que nos cueste, nuestro gusto o pesar.  Y bien podría ser esto un tema para un psicoanalista dramático, o un critico entusiasta porque a fin de cuentas a quien carajo le importa el detrás de escena si el por frente de escena es bazofia emocional sobre arte de la especulación teórica. 

Sería reconfortante pensar que puede ser el público y su gusto el que defina los tantos pero, quizás es dejar demasiada abierta la cosa… El  resultado feliz o funesto, creo yo que debería ser independiente de la aceptación general pero creo que, independiente no es ceguera sino, negociación entre los mecanismos de recepción/ decodificación con la siempre dudosa creación “libre”. 

Creo también  que al  espectador medio, poco o nada le importan estas cuestiones y simplemente dirá si la obra le gustó o no. Pero cuando se trabaja para gustar como dirección, el fracaso puede ser doble; fracasa la idea del uno y fracasa en el espectador como “otro”. Yo como mencioné antes, por vanidad o cobardía no me hacía la idea se sufrir ambas heridas en un proyecto que ojalá llegue a hacer más que sus 10 funciones previstas.  Digamos y confesemos entonces que entre la autora y yo realizamos en el mercado artístico (porque el arte tiene sus valores) esta especie de negocio  en donde la sugerencia principal  (Y decir sugerencia es diplomacia absoluta) era: elegir entre el miedo a la  herida de  hacer y ser en obra; el miedo a la nada; o el miedo a probarme un vestido ajeno con altas  dosis de complejidad y dejar el material crezca en mí.  De estas posibilidades, elegí una. No estoy conforme aún, sigo tranquilamente inquieto. De hecho, creo que hay que seguir trabajando. A veces, se piensa en un estreno como en el lugar al que se llegó, como una meta alcanzada la cual debe ahora ocuparse de buscar su público, y puede que esta sea una meta importante, sí… Pero es sólo una de las tantas metas posibles… Las heridas del material están abiertas y sangrando, todos nosotros afortunada y dolorosamente a veces, también.
La obra estrena, y ha llegado a una de sus metas.
El actor y su público coronan la celebración con aplausos que los unen a veces  forzados por la diplomacia en deshonesta convención, y eso también cierra. El espectador dice a la salida que: “hace frío”, “que la obra le gustó mucho, poquito nada”; “que es mejor el flaquito que el gordito pero, que el gordito le saca más provecho a la parte que…” etc, etc…
El actor recibe los aplausos. Si tiene suerte, desconfía a veces.
Si deja de ser espectador inquieto de si mismo, compra ese teatro que es el actor actuando de ser actor. Le pregunta al director que le pareció; festeja con su compañero alguna ocurrencia salvadora del objeto que no apareció, o de la música que salió mal; que hay una parte del texto que no le cierra y así, su herida se remite a la cena post función. Está tranquilo en cicatrizar. El vació que quizás no ha logrado llenar, bien puede conformarse con esa fricción de egos que son a veces los actores hablando con otros actores de actuación después de una función. También él, recibiendo aplausos y dejando para después lo que no cerró durante el espectáculo es una marioneta gigante de ese mecanismo que es el teatro, y que deja a los  imitadores en un rincón de yoismos tan sublimes como patéticos. Y saludos a Craig! Cuando el fin es  la mímesis… el actor a mi modo de ver, es sólo un obrero burócrata y condescendiente. 
 
A partir de esto, les propuse a los actores que creásemos una especie de juego  quizás ingenuo, en donde el actor pudiese destruir y dejar abierto aquello que intento construir. No sólo para evidenciar el artificio escénico sino, con la intención misma de evidenciar lo que lo hirió en escena, en su actuar concreto: Su discusión con el director; que su compañero lo apretó demasiado en la escena de la pelea, que esperaban más gente, que la escenografía es genial pero llegó justo antes de la función y no estoy cómodo, me siento expuesto” etc, etc. Es decir, todas esas sensibilidades creando un nuevo espectáculo, quizás más hondo, menos cerrado que “resignifique” el ya visto; el espectacular. Y que, cuando el actor lo deseara no salga a saludar y mejor aún, que no saliese a saludar si había echo lo que sentía “una buena función”.
Esto era algo que había trabajo una vez que destrocé con cariño “Máquina Hamlet” De Heiner Muller… Los aplausos duraban incómodos durante un tiempo muy prolongado ante la ausencia de los actores dando por cerrado el acto, el público se miraba entre sí (lo cual es bastante  difícil de lograr en esa masa heterogénea a la que se llama “publico”) incómodo preguntando lo que se suele preguntar cuando no se entiende: “¿Terminó?” ”¿Habrá pasado algo?” Etc…
Mi madre con ese afecto descarnado en su sinceridad que tienen algunas madres, una vez pasada media hora del fin de la función luego de esperar en un patiecito muy propio de los teatros alternativos, me dijo entre tierna y lastimosa: “Es desagradecido eso, hijo… la gente quiere agradecer…” 
Quizás no soy objetivo pero, había una verdad tan desesperada por hacer concreta, definida la comunicación pero  esa comunicación aniquilaba y atentaba con la otra, la que sucede sin palabras, ni códigos; la que sucede a mi manera de ver… en la soledad compartida del espectador. Y si el teatro es celebración  y encuentro entonces bajo esta propuesta sólo éramos mirones silenciosos al costado de una fiesta que nos divierte en tanto nos enfrenta con la soledad. Pero… ¡Vamos! ¿Que a quien le gusta celebrar así?

Creo que ese fue el único acierto, o por lo menos el único que disfruto de recordar hoy, de esa primera propuesta que dirgí  de Máquina Hamlet, y que deben haber visto unas 50 personas con suerte allá por el 2006 en el espacio TBK.

De modo que, algo había de esta idea que resurgía.
Durante el estreno. Ví la alegría de ellos por haber llegado, por haber estrenado, por haber sorteado lo que los dificultaba,  vi sus abrazos desde la cabina de luces.
Ví que no iban a poder dejar abierto la herida… Una de las actrices quiso (con ese afecto que va del odio al amor que tienen algunas actrices con sus directores) quiso darme el gusto…. Y habló; Dijo que estaba contenta, que daba las gracias, que… Nadie supo de lo que le costo llegar a esa conjetura; nadie supo de la herida de esa actriz y de cómo accionó desde la incertidumbre. Y era ése para mi, el otro espectáculo, el que potenciaba al  ya aceptado y cerrada.  
 
El material que fue el disparador, el texto (esa palabra sagrada) había sido compuestos de a pedazos, fragmentados, los ensayos también. Durante el estreno también estuvimos fragmentados. Otra actriz no pudo ir al estreno por que tenía un trabajo renumerado. Entonces, se sumó una nueva actriz que remplazó a la ausente y llevó adelante el material en una semana… Edificó en la incertidumbre; la obra salió (Siempre sale) Pero era naturalmente, una nueva escisión tomando otra forma, y esa forma habitaba desde otro lugar la propuesta; no mejor, no peor… distinto.  
Hay algo de esa fragmentación que subsiste en los registros de actuación e incluso en la progresión del relato. Esas fisuras o grietas deben habitarse… aún estamos en búsqueda de eso. La obra se sucede fragmentada, con huecos, quebrada, herida… Coherente con su producción. Está en carne viva intentando sanar. Ojalá no lo haga y lo siga intentando.

Ojalá también nosotros autor y director… a herirnos los dos, en el deseo de crear.
Así lo siento yo… La autora hará quizás otras notas.
Los actores, también… o serán felices.

 

*  Facundo Rubiño
Dirige actualmente Del Otro Lado. Es asistente de dirección en 23.344 de Lautaro Vilo y co-protagoniza  La Parka, el Musical.

Facundo Rubiño comienza su formación artística en el campo del teatro a los 10 años de edad estudiando arte dramático en su ciudad natal, Córdoba Capital. Donde realiza tempranamente obras de Federico Garcia Lorca, Anton Chejov, Gregorio de Laferrer, entre otros..

A los 12 años de edad, la Asociación Argentina de Actores sede Córdoba, le otorga una beca para estudiar pantomima y teatro no convencional con el maestro Joty Carthy, en la línea de Etienne Decroix. Paralelamente es convocado por el mismo director para integrar la compañía Teatro de imágenes, con la qual realizará diversos trabajos sobre el espacio urbano.
En el año 1999, crea y dirige junto a algunos compañeros de teatro; el grupo Le Folie y ensayan una primeriza obra: “Los ruidos del silencio”. A los 15 años ingresa a estudiar Danza Clásica en el Teatro Libertador San Martin, provincia de Córdoba.
En el año 2000 participa de “Frankenstein, el musical” de Hernán Espinosa, y continúa su trabajo con la compañía Teatro de Imágenes. En el año 2004, se presenta a la audición de la beca de comedia musical de la escuela Julio Bocca – Ricky Pashkus. Beca que obtiene, y que le permite perfeccionarse las áreas de teatro, técnica clásica, jazz, y canto, con maestros como Roxana Berco, Miguel Cavia y Ruben Viani en teatro; Silvia Bazilis, Ricardo Rivas, Sonia Von Potovsky, Patricia Sanchez en técnica clásica, y Marcela Criquet, Andrea Rossi, Margarita Fernandez, Sandra Quesada, en jazz, entre otros. Paralelamente a sus estudios, hace diversas funciones de su obra “Crónicas malsanas” en las calles de San Telmo, y La Boca. En el año 2005 participa como actor en la obra Mosqueta.doc, obra ganadora del primer concurso de dramaturgia en teatro musical otorgada por la Fundación Julio Bocca, que se presenta durante un mes. También ingresa a las compañías de teatro infantil “Parapente” y “Menjunje”. Realizando obras de teatro infantil en distintas provincias de la Argentina. Y una función especial en el Teatro Luna Park con la obra “El mago de oz”, de Alejandra Vera.
Participa también como actor y asistente de dirección de la obra Besame Mucho de Javier Daulte, en el marco de la muestra final de teatro de la Escuela Julio Bocca, en el Centro Cultural Borges con dirección de Ruiben Viani.
Paralelamente comienza su actividad como docente de teatro, en el taller de teatro en inglés de la Escuela Lenguas Vivas. Taller que dirige y coordina en la actualidad junto a Adriana Cattaneo.En el año 2006, participa como actor en La Parka, el musical de Diego Corán Oria, en el teatro Maipo Club.
En Me duele, te duele, y nos duele no poder decir te amo de Exequiel Barreras, en el Teatro Del Sur.
En Maquinaria H, obra que escribe y dirige en el espacio TBK. Paralelalmente realiza intervenciones teatrales en subterráneos, y calles. Ese mismo año, participa como actor del cortometraje mimo de Daniel Cima que obtiene premios en distintos festivales como el New York short Film festival; Short Film Festival of Los Angeles; Festival du cinema de Paris; entre otros. Ese mismo año, participa como actor en la obra Cucha de Almas, de Rafael Spregelburd, en el marco de la muestra final de teatro en la Escuela Julio Bocca, en el Centro Cultural Borges, con direccion de Ruben Viani. En el año 2006, egresa de la escuela Julio Bocca, y es seleccionado para participar de las beca de teatro que otorga dicha fundación para estudiar con el maestro de actores Julio Chavez, en el año 2007, año en el cual realiza la asistencia dirección de “Un cierto concierto” con Dirección de Enrique Federman en el teatro Comedia.
Se integra al plantel técnico del Teatro Maipo en el área de luces donde participa en distintas obras; Konga, el callejón de los espejos de Jean Francois Casanovas.
Codirige la obra La prudencia de Claudio Gotbeter, como resultado de las muestras finales de teatro de la Escuela Julio Bocca, junto a Ruben Viani.En el año 2008, es seleccionado como aspirante a la carrera de dirección y puesta en escena de la Escuela Municipal de Artes dramáticas de la Ciudad de Buenos Aires.
Realiza seminario de dramaturgia con Lautaro Vilo.
Realiza la asistencia de dirección de la obra Las D´enfrente con dirección de Enrique Federman, en el marco de “Teatrísimo” en el Teatro Regina.
Continúa su trabajo en el Teatro Maipo en el área de luces con obras como Cabaret Liquido con dirección de Sergio DangeloEl mejor país del mundo Dirección de Omar VarelaPor siempre Maipo Direccion de Claudio Segovia. Realiza también el diseño de luces espectáculos de pequeño formato en la sala Maipo Club.
Codirige la obra El Nitrógeno de René de Obaldía, como resultado de las muestras finales de teatro de la Escuela Julio Bocca, junto a Ruben Viani.
Escribe , dirige y filma su primer cortometraje Beso tu herida
En el año 2009, coescribe, actúa y realiza el diseño de iluminación de la obra El Conejo. En el Teatro Maipo Club.Y realiza también como director asitente la obra "Besame Mucho"de Javier Daulte. Para los trabajos finales del estudio Ruben Viani.
En la actualidad participa como actor coprotagonico y diseñador de luces en la obra La Parka, el musical; obra escrita y dirigida Diego Coran Oria en el Teatro El Cubo, ganadora de tres premios Hugo al Teatro Musical, como Mejor musical Off, Mejor dirección de musical off (Diego Corán) y mejor actuación masculina en musical off (Facundo Rubiño).
Paralelamente continúa su labor docente de teatro en diversas instituciones de Capital Federal,como asi también en su estudio particular.


MAS CENIZA, escrita por Juan Mayorga y dirigida por Adrián Cardozo, por Teresa Gatto