Sudado

 

Actuaciones contundentes y una puesta en escena brillante convierten a Sudado en un friso de pequeñas escenas que se estrellan sobre el espectador sin previo aviso.

por Julia Laurent

Entre trastos y ruidos de taladro los espectadores asisten a la remodelación de un restaurant peruano en pleno barrio del Abasto.

Están los dos obreros y el hijo del dueño de la constructora, y están los ideales, las ambiciones y los dialectos propios de cada universo. Todos en la cancha.

Jorge Eiro se las ingenia de manera lúcida para revelar universos de una trama social que nos atraviesa y que el teatro muchas veces no sabe cómo abordar.

Sin estereotipos y apelando a una puesta en escena cuidadosamente kitch, se evidencia la condición del obrero, donde es contundente el costo del tiempo y la letanía de la suerte.

El restaurant se convierte así en el mejor lugar para amenizar soledades entre cumbia, cerveza y  recetas peruanas.

Los obreros, Ricky y Lalo trabajan para la constructora que ahora maneja Alejo, hijo del antiguo dueño de la empresa que murió hace una semana .

Galardonados por un enorme afiche luminoso del Machu Pichu los tres son capaces de transitar en silencio la derrota y el sabor del sacrificio.

Sudado es una propuesta que se disfruta desde el principio, pequeña y cuidadosamente estética construye un juego de fuerzas secretas que el espectador va develando de a poco.

Hay que destacar la solidez de las actuaciones que interpretan Facundo Aquinos, Julián Cabrera, Facundo Livio Mejías que lejos de cualquier solemnidad impuesta, construyen con audacia y sutileza ese peligro oculto de los vínculos laborales.

La escenografía a cargo de Estefanía Bonessa y Paul Romero es un capitulo aparte, es precisa y resuelve con eficacia el espacio y dinamismo del lugar otorgando verosimilitud y empatía directa.

En plena obra en construcción no falta la melancolía que entre martillazos y deseos truncos hace difícil soportar el presente con hidalguía, y donde el deseo de un futuro mejor es apenas un espejismo en el gel para peinar.

Sudado habla entonces de la inmigración de los últimos tiempos, que acercó a la gran ciudad a miles de trabajadores en búsqueda de nuevas fuentes de trabajo pero donde la reina del plata exige de ellos algo más que sangre sudor y lágrimas.

Sudado es el esfuerzo, la frialdad y el humor necesario para sobrevivir en la salvaje de Buenos Aires, donde toda historia es posible de descomposición y artificio.

 

Ficha Artística/Técnica:

Actores: Facundo Aquinos, Julián Cabrera, Facundo Livio Mejías
Vestuario: Paola Delgado
Diseño de iluminación: Eduardo Pérez Winter y Adrián Grimozzi
Escenografía: Estefanía Bonessa y Paul Romero
Fotografía y Prensa: María Sureda
Diseño gráfico: Isa Crosta y Sonia Basch
Productora asociada: Rosario Alfaro
Asistencia artística: Paul Romero
Asistencia de dirección: Belén Charpentier
Asesoramiento Dramatúrgico: Ignacio Bartolone
Dirección: Jorge Eiro

Funciones: viernes a las 23:00
Entradas: $40, Desc $30
Teatro Beckett
Guardia Vieja 3556, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Reservas: 48675185

Sobre el director Jorge Eiro

Nace en 1981 en la ciudad de Buenos Aires. Empezó sus estudios en el año 2001 y desde ahí se formó ininterrumpidamente. Algunos de sus docentes fueron: Ricardo Bartís, Alejandro Catalán, Alejandro Casavalle, Pompeyo Audivert, Pablo Bontá, Marcelo Bertuccio, Emilio García Wehbi, Norberto Laino, entre otros.

En teatro se desempeñó como actor y asistente en obras de Hector Segura, Pablo Bontá, Nahuel Cano, David Rubinstein, Alejandro Catalán, Sergio Boris, entre otros.
En 2011 estrena su primer trabajo como director "SUDADO" en el Beckett Teatro. Ensaya dos proyectos como actor con dirección de Ignacio Bartolone y Paula Baró. Asiste "viejo,

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.