Barro la Obra



Un trabajo que merece ser visto para saber por qué el teatro se revitaliza a cada instante.

por Teresa Gatto

El conjunto de una catástrofe es un privilegio de espectadores,
no de protagonistas

J.J. Saer 

Atrincherados dentro y fuera de sí mismos, dos personajes inquietan desde el inicio. ¿Es la impaciencia del que espera dentro del cuarto exiguo? ¿O son los ruidos que venidos desde el exterior ya se conforman en un significante?

El texto nos prodiga más exasperación pues pasado, presente y tal vez futuro se van desplegando en una historia que en fragmentos y vaivenes exhibe desaforadamente aquello que no se puede representar. No al menos, con cánones realistas.

De este modo, las presencias maternas repuestas desde la no compresión y la ausencia paterna, se configuran en un imbricado trabajo en el que el cuerpo repone lo no dicho, el cuerpo que transita el ser del personaje que tampoco puede narrar orgánicamente porque una vida de orgánico tiene sólo sus latidos, el resto, es eso, restos de deseos, fantasías, frustraciones, dolor y el blindaje necesario para seguir respirando.

Una nueva presencia, la de un tercer hermano capaz de decir con un lenguaje “otro”, el portugués, aquello que se guardó a su llegada, produce junto al espasmo corporal y la interpelación sin respuesta posible, un in crescendo dramático que nos arroja sin ninguna piedad al desconsuelo festivo, si el oxímoron es permitido, de comprender que el teatro está dispuesto a obsequiarnos notables ejercicios de dramatización y puesta en escena que, acompañados de un excelente opción rítmica en vivo, aceleran el pulso y la inquietud, guiándonos como Virgilio a Dante a un espacio de deseo sin esperanza. Si este espacio es el de la incomprensión, bienvenida la duda que Barro, la obra, barro arrojado al piso, barro ensuciando y salpicando todo, barro salido de la valija simbólica del hermano que arriba desde otro lugar de goce, nos arroja a la cara. Porque a estas alturas sabemos, maldita la hora, que certezas se tienen a veces, sólo del pasado y aquí el tiempo transcurre fuera y dentro de la historia y a despecho de sí misma, sin permitirnos especificar ni habitar una confianza mínima que nos deje a salvo de nuestra angustia existencial, salvo al salir de sala, con nuestro egoísmo a cuestas y ese alivio de no ser ese/esos otros.

Un gran trabajo  corporal casi coreográfico le imprime a la obra dirigida por Damián Moroni, la dosis exacta de enunciados imposibles de decir, la anécdota, huelga decirlo, es casi lo de menos, sólo queda el sufrimiento y hasta el alivio de no ser ellos, ninguno de ellos tres que, en notables actuaciones (Felipe BragaJuan Manuel Correa Damián Moroni) se mecen en una tragedia que podría ser la de cualquiera o sólo la del héroe trágico. Un héroe, es sabido, es un programa narrativo y en Barro la Obra, el héroe deshace su programa porque su único modo de narrar un destino es representándolo.

La escenografía cumple los requerimientos exactos de la puesta y la música, aquí ineludible compás que marca el ritmo de los sucesos, a cargo de Miranda Nardelli, en vivo y como una performance que late junto a la obra, completan un excelente trabajo de teatralización que es lo que vamos a buscar casi siempre y muchas veces no encontramos.

Barro la obra, un trabajo que merece ser visto para saber por qué el teatro se revitaliza a cada instante.

  

Ficha Artística / Técnica:

Actúan
: Felipe Braga, Juan Manuel Correa, Damian Moroni
Diseño sonoro y música en vivo: Miranda Nardelli
Escenografía y Vestuario: Magda Banach 
Dramaturgia y Dirección: Damian Moroni

Funciones: Los viernes a las 21 hs. hasta el 27 de mayo de 2011


El Excéntrico de la 18º
Lerma 420 (mapa), Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4772-6092
Web: http://www.elexcentricodela18.com.ar
Entrada: $ 35,- Estudiantes y jubilados $ 25,-  

Más info en: http://www.barrolaobra.blogspot.com

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.