Marcelo Velázquez, Pasión por el Teatro

 

Conversamos con este magnífico creador que además de obtener numerosos logros, forma parte del festejo por los 20 años del Teatro Andamio 90 con un estreno que se las trae.

Por Teresa Gatto

Marcelo Velázquez, ampliamente reconocido entre sus pares y el público, tiene una amplia trayectoria en la cultura, no sólo teatral ya que también es egresado de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Sus estudios teatrales son de una variedad también impresionante. Realizó su formación principal con Alejandra Boero en su estudio de la calle Paraná. Luego vinieron otros maestros: Alberto Ure, Vivi Tellas, Ricardo Bartís, Augusto Fernández, Mónica Cabrera y Teresa Sarrail, entre otros. En puesta en escena se formó con Rubén Szuchmacher en ElKafka Espacio Teatral.

Debutó como director con “Criminal” de Javier Daulte en el 2007, en una puesta en escena muy original que se mantuvo en cartel durante tres temporadas consecutivas en el Teatro DelBorde, un espacio teatral del barrio de San Telmo del que es miembro fundador.

Su obra “Acreedores” de August Strindberg, fue nominada a dos premios ACE: como Mejor Espectáculo de Teatro Alternativo y Marcelo Velázquez como revelación masculina por su tarea de dirección.

Actualmente, en el mismo espacio DelBorde, su reciente puesta de la obra “El Incidente Nora” de Eduardo Narvay cosecha elogios.

Incansable, en los próximos días, estrena en el teatro Andamio 90, y en el marco de los festejos por el 20º aniversario de la inauguración de este teatro por la actriz, directora y maestra Alejandra Boero, la obra “Ofensa (Esta historia suya)” del dramaturgo inglés John Hopkins en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Una nueva puesta en escena de esta obra que hace quince años ya había dirigido la misma Boero y que quiere ser un homenaje a ella, a su teatro, y al teatro independiente en el que se formó.

-¿Cómo ha sido el tránsito a este momento de reconocimientos?

Marcelo Velázquez- Me gusta la idea de tránsito. Eso somos: “seres en tránsito”. No hay nada que alcanzar. Un tránsito siempre lleno de trabajo, con el mismo entusiasmo y las mismas incertidumbres en cada nuevo emprendimiento. Siempre a prueba, pocas seguridades. Y mucha alegría por el encuentro. El teatro es básicamente eso, un lugar de encuentros: con los compañeros actores, con el equipo artístico y técnico, con el espacio, y finalmente con el público. El teatro me instala en ese encuentro pleno con la verdadera comunicación. Es una excelente manera de exorcizar la soledad. En el teatro, el entramado de lo social -tan resquebrajado, tan dañado, sobre todo en las últimas décadas de la historia de nuestro país- pareciera poder recomponerse. Quizás sea una utopía. Y está muy bien si lo es, no? La felicidad es el reconocimiento del público, al que esperamos noche a noche, ansiosamente, desesperadamente, qué teatrista podría negar esto. Luego viene el reconocimiento de los pares, de la familia, de los críticos, los galardones. También esperamos todo esto, yo mismo lo sueño –y también lo padezco-, pero creo que forma parte del mismo encuentro y no me genera “stress”. Es lo que es, y pasa, así de fugaz, como el teatro mismo. Y a empezar de nuevo, con el mismo fervor, pocas certezas, experiencia ganada, mucho trabajo… y allí vamos, otra vez al encuentro.

- ¿Cómo ves el estado del teatro nacional y la profusión de obras, espacios, talleres?

M.V- No podría hablar sobre el teatro nacional actual, podría dar mi punto de vista sobre el teatro actual de Buenos Aires que es donde vivo y donde desarrollo mi actividad. Y correría el riesgo seguramente de caer en generalizaciones y falacias. Y este país es tan grande y tan diverso, también en las manifestaciones culturales. El teatro en las provincias tiene sus propias reglas de funcionamiento, muy diferentes a las de Buenos Aires. De todas maneras, creo que es un problema para pensar, para discutir entre los que insistimos después de muchos en hacer teatro. Es claro que tenemos una historia teatral muy importante: de salas, de actores, de dramaturgia, de directores, de maestros del arte de la actuación, de grupos. Es un problema hoy. Los espacios parecen multiplicarse, los alumnos en las escuelas y en los talleres de actuación también. Yo mismo lo experimento cada año como docente en los ingresos a Artes Dramáticas en el I.U.N.A (Instituto Universitario Nacional del Arte, el ex Conservatorio de Artes Dramáticas) donde la inscripción se ve superada año tras año. Los espectáculos se multiplican, los nuevos autores también en los multiplicados talleres de dramaturgia. Habría que profundizar en la realidad de todo esto. En nuestro país en eternas crisis parecería, de todas maneras, haber lugar para todos. Pero no estoy tan seguro. ¿Y el público?, ¿también se multiplica? No lo creo, no por lo menos al mismo ritmo. Hay que tener en cuenta que las salas independientes hoy tienen una capacidad para 30, 40 o 50 espectadores. Por lo cual, un espectáculo que reúna con suerte a 15 espectadores se puede decir que no está tan mal y el grupo no va a deprimirse. Se va a deprimir la sala ya que el ingreso es casi nulo. Por otra parte hay que tener en cuenta el tiempo en el que se mantienen en cartel las obras, en la mayoría de los casos no superan los dos y tres meses. Por lo tanto, cuál es la incidencia de esto en el medio teatral, en el público. En mi caso, no es mi objetivo hacer teatro para mis amigos y mis compañeros del teatro, sería estar mordiéndose la cola todo el tiempo. Por suerte, tuve experiencias muy buenas con mis espectáculos y mi deseo siempre es que los vea la mayor cantidad de gente. “Criminal” estuvo 3 años en cartel y la vieron alrededor de 4.000 personas que pasaron por nuestra sala en San Telmo. Esto es muy satisfactorio. “Acreedores”, un espectáculo muy difícil, estuvo 2 años en cartel. Claro que, en mi caso, la sala me sostenía porque era como mi casa. Pero, además, en DelBorde hay un convencimiento de que la permanencia en el tiempo le hace muy bien al espectáculo. Si no, son muchos meses de trabajo, inversión, esfuerzo, para hacer solamente 8 o 12 funciones, no tendría sentido. Habría que pensar y repensar sobre esto. ¿Qué burbuja estamos construyendo acerca del teatro en Buenos Aires?

- ¿Cuánto tiempo demoró el proceso de EL Incidente Nora?

M.V.- Eduardo Narvay, el autor, trabajó como actor en “Criminal”. Lo conocía hace muchos años de otros espectáculos que compartimos como actores. Hace un año atrás me acercó el texto de “El incidente Nora” para que lo leyera. Era su primera obra. Me gusto en líneas generales. Y comencé a hacerle observaciones y devoluciones acerca del texto. Si hay algo que aprendí en todos estos años es a leer textos, me siento seguro haciéndolo. Comenzaron las idas y vueltas de reescrituras, de modificaciones. Y accedí a dirigirla. Fuimos pensando en el elenco. Y en marzo de este año comenzamos los ensayos. Fue un proceso largo y arduo, a veces interrumpido. No me gusta extenderme con el proceso de ensayos más de cuatro meses como máximo. Pero bueno, los materiales y los equipos no son todos iguales, por suerte. Me interesó mucho volver al ritmo y a los códigos de la comedia y al registro melodramático, que aprendí con “Criminal” y que ahora tenía la posibilidad de volverlo a transitar. Me divierte mucho primero a mí. Y parece que a los espectadores también. Después de “Acreedores” de Strindberg que es una obra bastante dramática, volvía a la comedia, que es un gran género. Y con “Ofensa” vuelvo al registro dramático. Me entusiasma esta diversidad, el trabajo siempre diferente con los materiales, pensar el espacio, el mundo que pide cada obra, el registro de actuación.

- ¿Cómo nació la idea de dirigir “Ofensa” en el marco del aniversario de Andamio 90?

M.V.- Este año se cumple el 20º aniversario de la inauguración del Teatro Andamio 90 que fundó la actriz, directora y maestra Alejandra Boero, pionera y luchadora del teatro independiente. Mi maestra. No hay que olvidar que ella fue una de las principales impulsoras de la actual Ley Nacional del Teatro, en la que todos los teatristas nos amparamos, a partir de la creación del M.A.T.E. (Movimiento de Apoyo al Teatro). Recuerdo muy bien esa época. Había terminado mis estudios de actuación en su escuela, bajo su tutela y la de otros maestros inolvidables que me marcaron. Se abría un nuevo teatro para la ciudad de Buenos Aires, y allí estábamos. El teatro se inauguraba con una puesta de Final de partida de Samuel Beckett protagonizada y dirigida por Alfredo Alcón. Boero ya soñaba con formar un elenco estable de jóvenes actores para producir en su teatro obras de los más importantes autores del teatro universal. Así surgió el Proyecto Intergeneracional de Teatro “Los que vienen” que me dio a mí y a los compañeros de mi generación, todos formados por Boero, la posibilidad de transitar la escena sin interrupción y de darnos a conocer al público con nuestro trabajo. Este era el objetivo de la maestra. Estrenábamos un espectáculo y, mientras, ya estábamos ensayando el siguiente. Así, hasta el año 1998. Fueron años de mucho trabajo y mucho aprendizaje. Luego, seguí mi camino por el teatro, actuando con nuevos grupos, estudiando con otros maestros, aprendiendo. Comencé a dedicarme a la docencia y en los últimos años incursioné en la dirección teatral. Para mi espectáculo anterior, "Acreedores" de August Strindberg en DelBorde Espacio Teatral convoqué a algunos de mis compañeros de aquella época: a los actores Marcelo Bucossi, Daniel Goglino, Mercedes Fraile y Rodolfo Roca, que colaboró conmigo en la versión de la obra. Habían pasado muchos años pero seguíamos en el mismo camino. Y, quizás, nos debíamos este reencuentro.

Este recorrido es para volver a los 20 años de Andamio 90. Alejandro Samek, el único hijo de Boero y actual dueño del teatro, vino a ver Acreedores a San Telmo, sin saber hasta ese momento que yo me había dedicado a la dirección. Le gustó mucho el espectáculo y creo que se sorprendió para bien por el trabajo que había hecho con esa obra tan difícil. Este fue otro reencuentro. Con los actores de "Acreedores" ya estábamos pensando en seguir trabajando juntos como equipo porque hicimos un recorrido muy bueno con la obra. Al enterarme de que se estaban organizando algunos eventos para celebrar el aniversario de Andamio 90, propuse llevar a escena, en el teatro que había sido nuestra casa durante muchos años, la obra Ofensa (Esta historia suya) del inglés John Hopkins, que Boero había dirigido hacía quince años en su teatro y que yo, por supuesto, había visto. Quería que fuera un homenaje a ella, a su teatro, y al teatro independiente. Los actores Marcelo Bucossi y Daniel Goglino habían formado parte de la puesta original y con mucha alegría sumé a Mercedes Fraile, también de Acreedores, y a Alfredo Martín para completar el elenco. Y no puedo dejar de mencionar a Mabel Crescente, la asistente de dirección de Alejandra Boero durante todos aquellos años y nuestra amiga, quien se sumó a este proyecto. Nuevos reencuentros. El proceso de ensayos debía ser rápido. La obra ya se había hecho pero me propuse renovar la puesta en escena y hacer otra lectura sobre el texto. Después de tres arduos meses de ensayo (de 3 a 4 veces por semana), ya estamos listos para estrenar. De vuelta en casa. Pasaron quince años del estreno original, pasaron quince años en nuestras vidas y en nuestros caminos artísticos, pero volvemos con el mismo fervor y con el mismo espíritu que nos transmitió aquella maestra, “la nona” para nosotros, figura primordial para el teatro y la cultura argentina.

- ¿Qué reflexiones te merece el tema de la entrega de subsidios y las políticas de fomento del teatro?

M.V.- No hay que olvidar que la entrega de subsidios y las políticas de fomento del teatro de hace poco más de una década están en el marco de la Ley Nacional del Teatro Nº 24.800 del año 97. La sanción y vigencia de esta ley –que todos los teatristas deberíamos conocer, ya que es la que nos ampara-, luego de muchos años de idas y venidas y de reclamos de los sectores de la cultura dedicados al quehacer teatral, es un motivo de orgullo, sin duda.  El MATe (Movimiento de Apoyo al Teatro) que integraba a un grupo de gente de teatro -entre ellos, mi maestra Alejandra Boero- fue el propulsor de esta Ley. En el 98 el MATe logra que se apruebe la ley en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para la protección y apoyo del teatro independiente de la ciudad. A partir de estas cuestiones legislativas se crea el INT y Proteatro. Estas instituciones, más el Fondo Nacional de las Artes, me posibilitaron a mí llevar adelante desde el comienzo mis proyectos artísticos, tengo que reconocerlo y estoy muy agradecido. Pasados ya varios años, creo que estas políticas de apoyo al teatro –que bailan al compás de las políticas económicas del país- deben revisarse para su mejor funcionamiento. “La vaca en un momento deja de dar leche”, es así que en este momento del año, Proteatro, por ejemplo, cerró su convocatoria por falta de fondos. La ley dice que toda la actividad teatral debe ser fomentada y apoyada con recursos para su realización. La cuestión es la administración y distribución de esos recursos. Y en este sentido considero que las instituciones deben establecer criterios para el otorgamiento de los subsidios: calificación, antecedentes en el ámbito teatral, proyección, incidencia y alcance de los espectáculos, etc. Estos criterios parecen desprenderse de los requisitos para la presentación de las carpetas que hoy se han transformado en una especie de burocracia cultural que se termina poniendo por delante de los objetivos artísticos. Yo no hago teatro para preparar carpetas y recibir subsidios, no es ese mi objetivo. Quiero hacer teatro porque no puedo dejar de hacerlo. Y quiero hacerlo cada vez mejor. El apoyo del Estado es un estímulo. Pienso y hago teatro de todas maneras, y necesito el apoyo del Estado para llevar adelante lo que considero una actividad cultural, ya que no tengo por ahora el sostén del sector privado. Los subsidios deberían ser un reconocimiento –sobre todo proviniendo del Estado, que es dinero de todos-, a los artistas, a los espacios, a los proyectos, a su significación y relevancia en el campo cultural. Siento que después de muchos años en el quehacer teatral siempre tengo que empezar de cero a la hora de solicitar un subsidio. Está enrarecido el panorama en este aspecto. Me parece que es tiempo para abrir estas discusiones y preocupaciones que, por otra parte, comparto siempre con otros colegas. Gracias por preguntármelo. No encuentro todavía respuestas muy certeras, solo preocupaciones.

Agradecemos profundamente que en medio de un estreno nos haya bridando un tiempo tan generoso e invitamos a nuestros lectores a ver "El incidente Nora" y a festejar asisitiendo a ver "Ofensa"  en el aniversario número 20  que Andamio 90 cumple dedicándose sin pausas al teatro.


“Rucci- Tosco, EL DEBATE”, versión y dirección de Manuel González Gil. Por Teresa Gatto